viernes, 21 de febrero de 2014

Si el arrepentimiento matase...

El calor estaba insoportable. Yo tenía unos 10 años, vivía en Rio de Janeiro, hacía un calor de verano de casi 40 grados y no paraba de sudar. Para empeorar mi situación, en aquella época tenía aquel flequillo que cae sobre los ojos :-(
Fue cuando grité:
-      “¡Maaaaaaaa!!! ¡No quiero más este flequillo!!!”
Entonces ella me respondió diciendo que tenía dos opciones: Esperar a que crezca o usar una pinza para sostenerlo.
Esta impaciente de aquí, dijo:
-      “¡No, mamá!” Ya resoplando…
-      “Para que este flequillo crezca va a tardar unos 200 años y ¡si uso una pinza voy a quedar con el flequillo todo parado como un girasol!”
Y mi mamá, ya sin paciencia, respondió:
-      “¡Entonces quédate con él!”
Yo pensé para mí… “¡Ah, no… tengo que encontrar una manera!”
Fui hasta el baño, agarré la tijera, puse mi flequillo para adelante ¡y lo corté bien cerquita de la raíz! Ay, ay, ay…
Cuando me vi en el espejo, me desesperé…
-      ¡Buaaaaaaaa!!!
Parecía que se había abierto una ventana en mi frente. Hice un agujero en mi flequillo que no había forma de esconder. ¡Lloré toda la semana! ¡Aparte de llevar unas buenas palmadas por parte de mi madre!
Para empeorar mi situación, nunca fui a tantas fiestas de cumpleaños como  aquel mes, o sea, todo el mundo me sacó una foto, y mi mamá encima decía:
-      “Ve, Raquel, ¡ve a sacarte la foto!” :-(
Nunca quise tanto tener mi flequillo de vuelta como en aquellos meses.
Tal vez amiguitas, también se sientan así de impacientes. En nuestra pre-adolescencia no entendemos cuando recibimos un “no” de nuestros padres o cuando dicen que debemos esperar, crecer un poco más… todo eso parece casi imposible. No vemos la hora de besar, comenzar a tener novio y “disfrutar del brillo” que el mundo ofrece, solo que todas las veces que somos impacientes y queremos las cosas antes de tiempo, sufrimos las consecuencias.
Recuerda: Después de tomar una actitud sin pensar, no hay forma de volver atrás. No puedes pegar los pelos y hacer un flequillo nuevamente.
* Por Raquel Ouverney

Buscar en este blog